La noche dentro de la casa al fin parecía tranquila, todo
finalmente callado, parecía una noche normal aunque minutos antes se oían
gritos desesperados, pies corriendo
sobre el piso de madera, rasguños en las puertas, cuerpos arrastrándose y
aquellos pequeños sonidos que hace el metal frio al entrar y salir de la piel
junto con el rechinido que provoca el roce del filo con los huesos que logra tocar.
Este macabro suceso se repetía todas las noches, siempre cuando los nuevos habitantes
de la casa ya habían logrado perderse en sus sueños, siempre cuando las
pesadillas empezaban reflejando lo que sus oídos percibían en realidad.
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