El tornillo había caído de un mueble de metal que servía de repisa, este había caído y después de terminar los rebotes aleatorios descansó finalmente sobre el piso en pie, con la punta hacia arriba. El joven había caído un metro y algo antes del tornillo y su cabeza había ido a parar sobre el punzante que se abrió camino por entre piel, músculo, hueso y materia. La ironía del asunto es que el joven al momento de caer, ya había muerto.
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