jueves, 1 de diciembre de 2011

EL DIPLOMÁTICO


Tenía una cajita con doble cerradura dorada que era abierta por una única llave que el siempre llevaba atada al cuello por una cadenita de plata que había comprado en uno de sus viajes diplomáticos, en esa cajita guardaba una excelente y muy extensa colección de diferentes sonrisas: las habían de la alta sociedad, las habían culturales y de parranda; y algunas varias dedicadas al pueblo, unas de empatía, otras de comprensión y unas cuantas de verdadera alegría, todas compradas para el propósito de la profesión.

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