miércoles, 7 de diciembre de 2011

LA VISITA ESCATOLÓGICA


Una vez más se abría la puerta de su casa, esa puerta de madera antigua recién barnizada, esta vez se abría sola, la visitante entró y se sentó sin invitación en los sillones de terciopelo rojo que descansaban sobre una alfombra que alguna vez fue blanca. Él, que descansaba arriba, se levantó de su cama y bajó sabiendo quien lo esperaba, caminó sin prisa pero sin pausa, el momento que tanto había esperado al fin había llegado y el traje negro nuevo y la corbata de seda recién anudada lo delataban. Ella abrió los brazos de piel blanca y le llamó con la mirada, el apresuro casi imperceptiblemente el paso con un atisbo de ganas y en un efímero beso pactaron el encuentro. La casa empezó a caer a pedazos al igual que el mundo y en menos de 5 días en los que ellos permanecieron así, frente a frente, el mundo se destrozó, así como toda la vida que en ella había existido. El “bueno” y la “mala” habían hecho las paces, ahora el mundo les pertenecía.

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