Saltaba en grandes zancadas sobre el pasto verde correteando burbujas por sobre los dientes de león, se sentía libre con su pelaje blanco y sus orejas y patas de conejo; de repente el chillido de su hermano cerdo siendo asesinado lo despertó de su sueño a ojos abiertos y recordó que era un cerdo y que en lugar de valle, tenía rastro. Se lamentó por un momento y después volvió a imaginar hasta que le llegó el turno.
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