Un metro y algo había excavado, la había metido allí, la enterré con premura, entre cansancio y sudor, con desesperación a luz de luna y bocanadas de tierra que la pala escupía, al terminar vi su mano blanca, tierna, fina, filosa bajo la luz blanca, me agache y la tome entre las mías. Solo puedo pensar que quizá debí excavar un poco más profundo.
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